Este año el premio Nobel de Medicina lo han ganado tres científicos "por sus descubrimientos de los mecanismos moleculares que controlan el ritmo circadiano".
Gracias en parte a su trabajo, se sabe que los seres vivos llevan en cada una de sus células un reloj interno, sincronizado con la rotación de la Tierra (24h).
Existen tanto en formas de vida de una sola célula como en organismos multicelulares, como hongos, plantas, animales y seres humanos.
Este reloj interno está implicado en la regulación del sueño, en la liberación de hormonas, en el comportamiento alimentario e incluso en la presión sanguínea y la temperatura corporal. Preparando nuestro cuerpo para las distintas fases del día.
Su existencia fue sugerida hace siglos. En 1729, el astrónomo francés Jean-Jacques d'Ortous de Mairan observó el caso de las mimosas, unas plantas cuyas hojas se abren durante el día hacia la luz del Sol y se cierran al atardecer. El investigador descubrió que este ciclo se repetía incluso en una habitación a oscuras, lo que sugería la existencia de un mecanismo interno.
Aunque no todos tenemos el mismo reloj interno, todos seguimos un mecanismo preciso como un reloj y cuanto más consigamos asemejar nuestros hábitos a ese reloj interno más provecho podremos sacar a nuestro cuerpo.
Debido a algunos horarios de trabajo, la exposición constante a luces artificiales, la falta de una rutina, nuestro reloj biológico esté desacompasado con nuestro estilo de vida. Haciendo que nuestro cuerpo se resienta, lo que lleva a un mayor riesgo de sufrir distintas enfermedades.
Este premio seguramente potenciará el estudio de esta área todavía tan desconocida, que nos permitirá aprovechar de la forma más eficiente posible no solo los mecanismos fisiológicos, también los tratamientos terapéuticos.
Por ahora sabemos que mantener una buena rutina diaria ayudará al mejor funcionamiento de nuestro cuerpo.